jueves, 21 de diciembre de 2017

Robert


Hoy os traigo la historia de un muñeco embrujado, una de las más conocidas de la historia en el cual se inspiró una de las películas más famosas del cine de terror relacionada con juguetes y muñecos.

Su historia comienza a finales de los años 1800 o 1900, en EEUU más concretamente en Florida. Thomas Otto y su querida familia se mudaron a una gran mansión,  conocida en toda la zona como “the artist house” (la casa del artista) una preciosa casa de estilo victoriano de la época, que aun hoy se puede visitar, puesto que, es una casa dResultado de imagen de the artist house floridae turismo rural famosa en la zona.
 

La familia Otto era una familia bastante adinerada, y como era de esperar, tenían una vida llena de comodidades por lo que era habitual que tuviesen a su disposición un gran número de criados. Ciertos rumores decían que la familia Otto no trataba muy bien a sus empleados y quizás por eso Robert llegó a su familia…

El  hijo de la familia, era el miembro más joven y requería un cuidado especial  y una vigilancia como cualquier niño de ocho años, que no para quieto ni un momento.  Para dicha tarea, contrataron a una señora haitiana, ya entrada en edad.  Pronto el pequeño, le cogió mucho  cariño y ambos compartían largos paseos y meriendas copiosas. Hasta que un día la señora fue despedida por la madre del niño, según ella porque la había sorprendido haciendo magia negra en el patio trasero de su casa.

Antes de irse, la señora regaló al pequeño Robert un muñeco hecho de paja con botones a modo de ojos, que ella misma había hecho. Robert lo recibió con entusiasmo y se convirtió desde entonces en su compañero inseparable, tanto que, lo llamó Robert, como él.
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Iban a la compra juntos, dormía con él, comían juntos. Ambos se volvieron inseparables. Pero con el paso del tiempo su muñeco fue cambiando…

Los padres de Robert, lo escuchaban frecuentemente hablar en su habitación, en un principio pensaban que el niño solo hablaba consigo mismo o estaba jugando  a pesar de que claramente se escuchaban dos voces una infantil, y otra mucho más grave.  El niño, empezó a rechazar que le llamasen Robert, pedía que le llamasen Eugene, que era su segundo nombre, ya que Robert era el muñeco.

El niño comenzó a tener conductas extrañas se veía ansioso, agitado incluso a veces su madre lo descubría arrinconado y asustado mientras el muñeco Robert lo miraba sentado desde la cama o una silla.
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Las cosas iban empeorando con el paso de los días, sus juguetes aparecían mutilados, rotos y machacados. El muñeco Robert aparecía en habitaciones donde no había sido dejado, se escuchaban risas. Muchos vecinos afirmaban ver al muñeco asomado de alguna ventana, e incluso en presencia del muñeco algunos objetos se movían solos. 

El pequeño Eugene era castigado muchas veces injustamente sin dejar de repetir una y otra vez “¡Robert lo hizo!” cada vez que algo pasaba.

Muchos trabajadores aseguraban haber visto al muñeco parpadear o cambiar de expresión, por estos motivos muchos de los criados se iban de la casa abandonando su puesto de trabajo.

La tía abuela de Eugene sugirió separarlos, y encerrar el muñeco en el ático, pero a los pocos días su tia abuela falleció de un ataque al corazón,  todo el mundo pensó que tenía que ver con el muñeco, así que, a los pocos días, ambos estaban juntos de nuevo. Más inseparables que nunca.

Incluso después de la muerte de sus padres, cuando Eugene ya era una persona adulta y estaba casado, él tenía al pequeño Robert sentado sobre su escritorio en su habitación.

A los pocos meses, su esposa murió de forma repentina y al poco tiempo por extrañas circunstancias el propio Eugene murió, condenando de esta forma al muñeco Robert a verse recluido de nuevo en el desván de la casa.

Treinta años después, otra familia adquirió la mansión, y se encontró a Robert que enseguida volvió a asustar a la pequeña niña de la familia de diez años. Esta afirmaba que quería matarla y sus padres finalmente la regalaron a un museo de antigüedades.

Actualmente el muñeco Robert se encuentra encerrado en una vitrina cerrada en el museo de East Martello en Florida, donde se ha reportado actividad paranormal muchas  veces.
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Por ejemplo, el león que tiene su rodilla cambia a la otra, cambia de posición… todo esto en una vitrina completamente sellada.

Los propios trabajadores cuentan, que a Robert le gusta dañar las fotos en las que sale, y hace que se conviertan en un cuadro negro. Y para evitarlo, debes pedirle permiso antes de tomarle la foto.

Como dato curioso, te contaré que este muñeco  es en el que está inspirado la famosa película “child´s Play”, donde el conocido muñeco asesino Chuky hace su aparición.

martes, 24 de octubre de 2017

El Magosto.


El origen del Magosto.

Es una fiesta de origen pagana que posteriormente fue cristianizada, y, como todas las fiestas de carácter agrario, posiblemente se sitúe en la prehistoria, cuando el ser humano va adquiriendo consciencia individual y social.

Es una festividad relacionada con la fecundidad, de ahí su estrecha relación con el fuego, representando al sol, dios fecundador de la tierra.

Pues bien, el Magosto se trata de una comida comunitaria y ritual, con la cual se pretendía unir lazos comunitarios con los vecinos en el mundo rural gallego, tiene un carácter alegre y de acción de gracias por las cosechas y frutos recogidos, así como, a los castaños y castañas.
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Con el paso del tiempo, fue cristianizada, y empezó a asociarse con la festividad de Todos los Santos el 1 de noviembre, por ser una comida que simboliza la muerte del ciclo solar anual.

Según las creencias, la castaña era un símbolo del alma de los difuntos, tradicionalmente, castaña y difuntos aparecen asociados a las fiestas de los magostos.  Se entiende que cada castaña que te comas es un alma liberada del purgatorio. También es costumbre dejar algunas castañas asadas después del magosto, en la brasa de las hogueras para que las almas de los difuntos, pudiesen calentarse y comer castañas.

Los encargados en los cementerios de abrir y limpiar las sepulturas , muchas veces han encontrado cajas en donde pusieron castañas, que pusieron las “ánimas nuevas para las ánimas viejas”. Según el viajero ingles Swinbume del siglo XIII, la gente de Galicia comía las castañas la víspera de los Fieles Difuntos con la fe de que cada una libraba un alma del purgatorio.

 

Murguía (escritor e historiador gallego) decía que la fiesta del magosto era como un banquete funerario en el cual se simbolizaba la muerte y la vida. 

Aunque hoy en día se celebra de forma particular en casas privadas, en las propias cocinas; la tradición dicta, que el lugar para celebrarlos son los montes, en algún descampado o cruce de caminos donde el fuego no pueda causar ningún dResultado de imagen de chorizo castañas y vinoaño.
 

Entre todos se organizarán para llevar cada un alguna cosa y así asegurarse de que no falte de nada. En esta merienda-cena lo esencial, son las castañas, que se asan a la brasa acompañadas siempre por un buen vaso de vino de la casa, junto con otros manjares típicos de esta época del año como son chorizos, pan  y hasta alguna patata asada.
 

Después  de esta copiosa comida,  habrá música popular, bailes, y cantos. Tampoco faltaran los juegos tradicionales, cuentos de ánimas  monstruos al lado de la hoguera.

Los niños no faltarán a su divertido costumbre: cogerán ceniza, o algún carbón y se pintarán las caras los unos a los otros, broma que después repetirán con los adultos.

La gente mayor los mira una y otra vez sin reconocerlos. Durante  algunas festividades como San Juan los muertos salen de su espacio de residencia, el espacio salvaje; para invadir el espacio urbano; pero por el contrario,  el día del magosto, los vivos dejan su espacio urbano para invadir el espacio salvaje, que es el de los muertos. .
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Y así, entre carreras, gritos, cáscaras de castaña, rodajas de chorizo, interminables charlas y tragos irá transcurriendo una noche especial que,  al lado del fuego,   un gallego  se reencuentra con las costumbres de sus antepasados haciendo así que queden unidos mediante esta tradición.

 

EL magosto está vinculado al Samaín la festividad de los difuntos.  Existe en muchos puntos de Europa como Irlanda y los países nórdicos.  Aunque existen varios tipos de celebraciones dependiendo de la zona.

El día del Samaín los celtas encendían el primer fuego, origen de todos los fuegos del invierno. Con él, se encendían a su vez todos los fuegos del pueblo.

En algunos lugares, se va a cenar al cementerio rosquillas o algún tipo de refrigerio típico de la época del año.

 En Galicia, por la estrecha tradición que  los celtas tenían con la naturaleza (ellos no poseían templos, su templo era la propia naturaleza) se celebraba en los bosques.
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viernes, 13 de octubre de 2017

La muñeca poseida, Okiku.


Okiku media aproximadamente cuarenta centímetros, y vestía un precioso kimono tradicional japonés. Su pelo era liso, de color azabache, negro como el carbón; lo que hacía destacar aún más su pálido rostro de porcelana.  Los ojos, inertes, sin vida estaban compuestos por dos pequeñas perlas negras.
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Kikuko su dueña le decía una y otra vez al oído de la muñeca “Seremos amigas para siempre, y jugaremos juntas hasta el final”.  Kikuko tenía apenas dos años de edad y estaba fascinada con aquella muñeca. 

La muñeca se la había regalado su hermano Eikichi. Nada más verla en aquella exposición marítima de Sapporo, supo que era perfecta para su querida hermanita pequeña. Cuando Kikuko recibió aquel regalo no podía imaginarme cuanto iba a significar para ella. ¿Una amiga? ¿Un juguete? Mucho más que eso…
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La niña se encariño mucho con la muñeca y no se apartaba de ella jamás. Kikuko y Okiku eran la sombra y la persona. Inseparables durante aquel 1918.

Así pasó el tiempo, y el año siguiente Kikuko, lejos de perder el interés por la muñeca estaba más única que nunca a ella.  Empezó a sentirse mal. “Tal vez sea un resfriado sin importancia”, pensaba su madre.  Así pasaron los días, entre médicos, remedios naturales, paños de agua fría e incluso algún que otro curandero.  Seguramente que era cuestión de sudar en la cama para lograr expulsar el virus o lo que fuese que le estaba haciendo daño a la pequeña.

Cuando ella dormía ponía a Okiku a su lado, sobre la almohada; como durmiendo juntas.  Compartían sueños  y cuentos diariamente, pero las horas de la pequeña estaban contadas y los días empezaban a acortarse.  Menguaba su respiración, los suspiros que brotaban de su garganta iban apagándose poco a poco.

En efecto, Kikuco , con tan solo tres añitos , estaba muriéndose. El único esfuerzo que hacía era el de abrazar a su querida amiga mientras le hablaba “Tengo miedo de perderte. Quiero estar contigo aunque me muera”.

La familia estaba reunida alrededor del futón, contemplando con preocupación cómo se iba apagando la vida de aquella chiquilla. “Te vamos a extrañar, cariño”.  La piel de Kikuko iba adquiriendo un color blanquecino, casi idéntico al de la muñeca. Cuando dejo de respirar, todos rezaron por su alma.

No fue una situación fácil, como es de entender. Dieron sepultura a Kikuko  y quemaron todas sus pertenencias para purificar el pasado y no volver a tener que pasar nunca por lo mismo.  Pero Eikichi el hermano, saltándose la tradición, decidió quedarse con la muñeca.  Sería el único recuerdo que le quedase de su hermanita.  “Es lo que me ayuda a mantenerla viva” decía siempre cuando le obligaban a deshacerse de ella.

Okiku permaneció mucho tiempo en una estantería, con la mirada al frente sin recibir el afecto y el cariño de nadie. El único contacto era el que recibía de su madre, cuando le sacaba el polvo acumulado, pero poco más.

Un buen día, ya con el duelo superado, la mujer encontró una novedad en aquella muñeca. “Serán cosas mías” se dijo, pero el caso es que a la muñeca le iba creciendo el pelo notablemente. Al principio la mujer se negaba a creerlo pero lo estaba viendo con sus propios ojos, a la muñeca le crecía el pelo.  En un acto de amor, recortaba el pelo de la muñeca cada cierto tiempo, creyendo que el espíritu de su hija Kikuko habitaba en Okiku.
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Así pasaron los años, creciendo, envejeciendo; salvo Okiku, que no ponía fin a su crecimiento capilar.  En el 1938, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, la familia se mudó a la isla rusa de Sajalín, cerca de Hokkaido, Japón.

Hicieron las maletas, y se propusieron dejar atrás todos sus recuerdos. Pensaron en abandonar aquella muñeca poseída por su hija. Pero después de todo, creían en un más allá y no pudieron dejarla allí tirada, a merded de la suerte.

Se la entregaron a un monje en el temlo de Mannenji, y aun hoy se expone en una caja, sobre un altar.  Los encargados del centro religioso se encargan de cortarle el pelo a la muñeca con mucho cuidado, fotografían y documentan cada cambio de Okiku para  dejar patente que dentro de esa figura de porcelana late el fantasma de alguien que no quiso separarse de su bien más preciado durante su niñez.
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lunes, 2 de octubre de 2017

Maruxiña y el hombre misterioso.


Esta historia se sitúa en un pequeño pueblo llamado As Nogais (Lugo),  ente dos pequeños pueblos de esa zona, transcurre un pequeño riachuelo.  Es una zona de bosque frondoso alejado de los dos pueblos que separa. En la antigüedad había unos cuantos molinos en esa zona.  Aunque aún hoy en día se conservan las ruinas, que pueden verse sin dificultar alguna.
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La leyenda cuenta que una vecina del pueblo, en una fría y lluviosa tarde de diciembre se dispuso a ir a moler  un poco de maíz para hacer pan a dicho molino.  Salió de casa cuando ya se hacía de noche.  Cogió su yegua a la que ató firmemente las alforjas con el maíz, y encendió un pequeño candil de aceite.  Poco a poco fue  adentrándose en la espesura del bosque, llegando un punto en el que no podía ver absolutamente nada.

 Pensó seriamente que si se le apagase el pequeño farolillo en ese momento no sabría como orientarse, entre tanto, llegó a un claro y desde allí pudo ver la silueta del molino. Acercó la yegua a la puerta, bajo el maíz y lo dejó dentro del molino, mientras ella ató a la yegua en un pequeño departamento que tenía el molino en la parte posterior para poder resguardar  a los animales que habitualmente se utilizaban para transportar el grano.

Regresó al molino, y pudo ver que la lareira que había dentro estaba quedándose sin fuego, rápidamente colocó un par de troncos de roble. Se puso a moler el grano y mientras esperaba a que terminase se acercó a la lumbre, para secarse y entrar en calor. 
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Era una noche muy tranquila, normalmente había mucha gente en el molino, largas conversaciones con los vecinos, cotilleos y largas colas para poder moler hasta casi la madrugada.  Aquella noche había tenido suerte, tenía el molino para ella sola y pronto terminaría de moler y podría irse a casa.

Ya pasada la media noche, la puerta del molino se abrió y entró un señor, un señor muy elegante vestido con un traje negro y sombrero de copa.  Maruxa, le dijo al hombre, que también venía empapado que se sentase a su lado a calentarse en el fuego y a secar.
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El misterioso hombre le sonrió y se sentó enfrente del fuego junto a ella,  Maruxa miraba de reojo aquel extraño personaje pensando que sería tal vez,  de otro pueblo, que se hubiese perdido o algo así…

A la luz del fuego pudo ver claramente como este señor  sacaba de su bolsillo una babosa y la clavaba en un palo, después un sapo y así hasta hacer una especie de brocheta de alimañas que puso al fuego para cocinar. El hombre se giró hacia la mujer y le dijo “ Asadas y revueltas, Maruxiña…¿ quieres de ellas? .

En ese momento Maruxiña descubrió  que aquel señor no era ningún vecino de otro pueblo, no era un extranjero. Era el mismísimo demonio. 
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Salió por la puerta corriendo cuanto podía sin recoger siquiera a su yegua ni el grano que terminara de molerse, corrió y corrió hasta que por fin llego a casa. Donde se encerró y se puso a rezar aterrorizada.

Jamás en el pueblo se volvió a ver al hombre, cuando Maruxa contó lo sucedido a algunos vecinos de su confianza estos se rieron, diciéndole que probablemente se quedó dormida en el molino y que eso había sido un sueño.

Pero ella sabía que no lo era...  algunas noches estando en la cama podía oler claramente aquel aroma de las alimañas asadas …

miércoles, 27 de septiembre de 2017

La niña del azúcar


Esta historia, sucedió en la provincia de A Coruña,  para ser más exactos en el ayuntamiento de As Pontes de García Rodríguez,  en las cercanías del embalse da Ribeira.
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Un señor viudo, desde hacía cinco años para conseguir superar la pérdida de su mujer y vencer a una profunda depresión en la que había caído después de tal suceso, aconsejado por su psicólogo decidió mudarse lejos de la bulliciosa ciudad, y dejar todo su pasado atrás mudándose a un pequeño pueblo de esa zona.

Estuvo buscando casa durante varios meses, pero ninguna de la zona se adecuaba a lo que él buscaba, cuando al fin después de una larga búsqueda encontró su casita ideal.

Una casita lejos del pueblo cerca del bosque, pequeña y acogedora, rodeada de un bonito pero descuidado jardín y hasta incluso un pequeño huerto en medio del cual transcurría un pequeño arroyo de aguas cristalinas. En ese momento se enamoró de aquella casita y la compró sin pensarlo mucho.
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Durante los meses siguientes estuvo haciendo arreglos, pintando las habitaciones e incluso redecorando el jardín y plantando algo en aquel huerto. Estaba encantado,  tenía una vecina que vivía a un km. aproximadamente quien  solía traerle comida o algún dulce casero varias veces por semana,  se sentía bien y era un hombre nuevo.

Una noche sintió que alguien tocaba la puerta, se levantó del sofá y se acerco a la puerta; vió a una pequeña niña de pelo oscuro de no más de cinco años, ella sonrió dulcemente y le pidió un poco de azúcar. El hombre se extrañó que una niña tan pequeña a esas horas viniese para pedirle eso pero rápidamente se dirigió a la cocina para buscar el azúcar. Cuando llegó a la puerta, la niña, había desaparecido.
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Se fue a dormir como de costumbre tomando aquello como una broma de niños, sin darle ninguna importancia. 

A la noche siguiente, volvió a tocar alguien en la puerta, casi a la misma hora que la noche anterior. El hombre con una sonrisa en la boca y creyendo que sería la misma niña antes de abrirle la puerta fue a la cocina y cogió un puñado de terrones de azúcar.  Efectivamente, al abrir la puerta, vio a la dulce niña que volvió para pedirle azúcar. Al entregarle el azúcar este se cayó al suelo encima de sus pies, el hombre se agachó para recogerlos pero al levantarse la niña había vuelto a desaparecer.

Al día siguiente, mientras desayunaba, estaba viendo un programa de cocina, cuando lo cortaron para dar una noticia de última hora. Y era que, habían encontrado un cadáver en el bosque, en  las inmediaciones de su casa El cadáver pertenecía a  una niña que  había desaparecido hacía unos años en aquella zona.  Cuando vio aquella foto, aquel papel viejo y arrugado que salía en la televisión diciendo que una niña de cinco años se había perdido… pudo reconocerla, era ella. La niña del azúcar.

Nunca más en aquella zona se vio a la misteriosa niña, ni tampoco aquel buen señor. Simplemente desapareció sin dejar rastro.
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lunes, 25 de septiembre de 2017

La calavera.


Cuenta la leyenda que en Doade (Lugo), había una vez un matrimonio de mediana edad, muy humilde, que vivía en una pequeña cabaña cerca del camposanto.

La renta de dicha cabaña, era muy barata puesto que nadie quería vivir cerca del cementerio y tan alejados del pueblo. 

La pareja era una pareja normal y corriente, él había decidido que ese sería buen sitio para vivir porque era un poco arisco con la gente además no era nada supersticioso ni creía en esa clase de cosas. Incluso todos los días que venía de trabajar siempre cogía un atajo atravesando directamente por el cementerio. Esto, le ahorraba al menos diez minutos de camino, y cuando hacía mal tiempo después de un duro día de trabajo en la mina, lo único que quería era llegar pronto a casa, para cenar y descansar.
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Cierto día de invierno, se dispuso a hacer como de costumbre el camino de vuelta a casa. La noche estaba muy oscura, apenas se veía nada, no llovía pero corría un aire gélido que le golpeaba la cara y las manos como si fuesen mil cuchillos atravesando su piel.

Apuro el paso por el estrecho sendero que atravesaba el cementerio, vio a lo lejos en medio del camino una especie de piedra luminosa que desprendía un brillo especial, como si de una luciérnaga se tratase. Sin pensarlo mucho le pego una patada haciendo rodar aquella cosa por la pequeña ladera del cementerio.
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Llegó a casa, se sentó a la mesa esperando que su mujer le trajese la cena como de costumbre. Pero  en un momento dado, se giró y pudo ver algo encima de la mesa… algo aterrador, una calavera.  Él no se inmutó, y le preguntó a la calavera:

-¿Qué haces aquí?  ¿Acaso quieres cenar conmigo? Si quieres, le decimos a mi mujer que ponga otro plato más en la mesa.

Y la calavera contestó:

-No, hoy no vengo a cenar. Tú has interrumpido mi descanso, los cementerios son para que los muertos descansen, no para los vivos.  Sólo vengo a decirme que pronto me harás compañía.

Cuando su esposa entró por la puerta, no había ni rastro de la calavera ni de nada extraño, su marido, estaba en una posición aparentemente muy incómoda, medio recostado en una pequeña silla durmiendo.  Ella lo despertó, y le sirvió la comida fielmente como había hecho todos aquellos años que llevaban casados.

El cenó vorazmente y se fue a dormir, le esperaba un día duro en el trabajo. 

Al día siguiente, a media mañana alguien golpeó en la puerta de aquella pequeña cabaña, un chico joven de apenas dieciséis años. Llegaba jadeando puesto que había venido corriendo.

La señora amablemente le pregunto que se le ofrecía y si necesitaba algo.

El chico, entre sollozos solo pudo atinar que había sucedido algo en la mina donde trabajaba junto con su marido y este había fallecido.
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lunes, 11 de septiembre de 2017

La caja de Dybbuk


LA caja de dybbuk es mundialmente conocida, y uno de los misterios de nuestra época. Que con los años va generando más y más curiosidad entre los escépticos.

Incluso se ha llevado al cine con películas como “The possession” (El origen del mal) en 2012.

La caja de dybbuk no es más que una pequeña y antigua caja de vino en donde; como un pequeño gabinete capaz de albergar un par de botellas de vino. Pero que la leyenda sositiene que alberga un demonio capaz de hacer realidad todas tus pesadillas.

Desde el exterior del gabinete se lee una palabra “Shemá” (del hebreo, escucha), esta palabra inicia una de las más importantes oraciones de la cultura judaica.

Si nos situamos enfrente de la caja podemos ver dos puertas, con un mecanismo muy particular, puesto que; si abrimos las puertas del gabinete un cajón se abrirá automáticamente. En un interior nos encontraremos dos viejas monedas, y dos mechones de pelo; uno rubio y uno moreno, ambos atados con un trozo de cuerda, también hallaremos, una rosa seca, una pequeña copa de oro, un candelero negro de forja que recuerda a un pulpo con varios tentáculos, y una diminuta figura de piedra oscura en la que dice “Shalom” (del hebreo, paz.).
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A simple vista, aunque extraño no parece nada destabable pero es uno de los objetos más oscuros de la actualidad, no solo por el objeto en sí, sino que también por su historia…

La historia empieza, cuando en 2001 Kevin Mannís, compra en una subasta la caja de vino en Oregon (Portland). La vendedora le comenta que la caja había pertenecido a su abuela, que recientemente había muerto.  Su abuela había sido llevada a un campo de concentración nazi y entre sus escasas pertenencias esa caja siempre había estado con ella aún cuando huyó de Alemania lejos de la guerra. La caja acompaño a su abuela en toda su aventura de huida, llegó a España y finalmente a Estados Unidos.

La chica también le comentó que su abuela quería que la enterrasen con dicha casa, pero que no había podido ser así puesto que su religión se lo impedía, finalmente antes de hacer efectiva la compra, le advirtió muy seriamente de que no abriese nunca la caja.  Su abuela se lo había hecho jurar de pequeña y ella siempre se mantuvo firme a la promesa, ahora que la caja iba a cambiar de dueño, él tenía que hacer lo mismo.
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Kevin Mannís, aquella noche dejo la caja en su pequeña tienda de muebles, en la parte baja donde tenía su taller, con intención de restaurarla y regalársela a su madre puesto que pronto sería su cumpleaños; es entonces cuando abre la caja para ver su contenido.

Al día siguiente muy temprano, una empleada llama desde su taller, alguien había entrado a robar en su tienda pero la puerta no estaba forzada, así que la pobre chica temía que el ladrón siguiese dentro. Cuando llegó nada más abrir la puerta pudo contemplar aquella estampa desoladora… las bombillas estaban rotas, había vidrios rotos por toda la tienda, parecía que un tornado había asolado su pequeña tienda, todo esto entre un profundo olor a azufre; en una esquina se encontró a su empleada acurrucada, llorando aún en estado de shock.
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Días después con el motivo del cumpleaños de su madre, toda la familia se reunió en una comida familiar. Él regaló la bonita caja a su madre, y la dejó encima de la mesa del salón.

 Su madre está sentada en el sofá junto a la caja, todos notan que se queda sin expresión mirando fijamente a la caja, las lágrimas brotan de sus ojos… Su madre había sufrido un accidente cerebro vascular, y días después cuando recupera la consciencia en el hospital, dice a sus hijos que no quiere ver esa caja más, que la odia, y que la hagan desaparecer…
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En el primer momento Kevin,   pensó en quemarla o destruirla, pero al verla de nuevo le da pena y se la regala a su hermana. Ésta le devuelve la caja en pocos días alegando que las puertas de la casa se abren y cierra, que de la caja procedía un hedor insoportable y que incluso parecía que tuviese insectos dentro.

Finalmente, la pone a la venta en su tienda, y aunque la compraban a menudo, siempre aparecía a los pocos días en su puerta. Nadie la quería cerca.

Al final decide guardarla en su casa, pero poco  a poco a medida que el tiempo pasaba, se encontraba peor, de despertaba en medio de la noche notando como si alguien lo ahogase, se internase en sus sueños haciéndole sufrir, tiene extrañas visiones de una anciana que lo golpean en sus sueños, y despierta lleno de magulladuras.  Se vuelve a plantear destruirla pero desiste, y la pone a la venta en Ebay. 
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Rápidamente la vende, a Losif Neizke en Missouri. Como condición de la venta le especifica que no podrá devolverle la caja.  Losif era un estudiante  apasionado del misterio, ya había oído hablar de la caja  así que no pudo resistirse… Todo le iba muy bien, y ganó mucha fama al crear un blog para contar todas las anécdotas de la caja, que si puertas abiertas, cucarachas que salían del interior, olor a azufre…

Pero poco a poco el joven Losif, se fue cansando y vivía atormentado por la dichosa caja, así que se la vende a Jason Haxton.

Jason Haxton era por aquel entonces director del Museo de Medicina Osteopática.  Completamente escético del tema se hizo con la caja, pero aún sin creer en nada de su historia no se libró de la maldición de la caja. Las bombillas de su casa explotaban sin motivo, el hedor de la caja impregnaba toda su casa a altas horas de la madrugada,  toda su familia se vio envuelta en los sueños con la terrible anciana que los golpeaba sin piedad en sus sueños, causándoles en la vida real una seria enfermedad en la piel  a él y a su esposa.
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Actualmente no se sabe absolutamente nada del paradero de la caja de Dybbuk,  algunos dicen que Haxton se puso en contacto con unos rabinos, para exorcizar y sellar el demonio de vuelta en la caja, que llevo a la caja muy lejos de su hogar y la enterró para que nunca nadie pudiese volver a abrirla; pero no existen evidencias de esto…
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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Dybuuk


El dybuukk es un ser místico judío que literalmente significa “aferrarse”.  Se cree que son originarios de la zona de Israel y están ligados íntimamente a la religión judía las historias sobre este tipo de seres  comenzó aproximadamente en el siglo XVI. 

La historia más conocida es la de la “Caja de dybuukk” que contaré en el siguiente post. 

Se dice que este ser es un demonio ancestral o incluso el alma de un pecador que vaga entre los dos mundos para escapar del castigo que le espera por sus malas acciones.  También se dice que simplemente podría ser la esencia de una persona muerta a la cual han quedado asuntos pendientes en vida.
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El dybuuk no tiene género sexual es puramente energía, tiene la capacidad de poseer a los cuerpos humanos, normalmente mujeres para vivir dentro de ellos.  Es un espíritu errante que no tiene cabida en el cielo o simplemente no sabe cómo ha de llegar a él.
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Este tipo de entes se encerraban en cajas, botellas o cualquier tipo de contenedor bendecido para evitar que pudiesen hacer daño a alguien. Los encargados de portar y cuidar de dichos objetos eran sus familiares, se iban pasando de generación en generación para preservar los recuerdos de los familiares muertos.  Este objeto que contenía las almas de sus ancestros, formaban una especia de condensador de energía del alma, que podía servir  de acceso a otros espíritus de otras dimensiones  atrayendo a presencias muy negativas.  Por eso nunca jamás deberían abrirse.

El espíritu puede apoderarse del cuerpo de aquella persona con la que está conectada por algún problema emocional o psicológico, es decir, si el ente en vida sufría una depresión le resultaría más fácil poseer a una persona que sufriese el mismo problema. Siendo así más fácil atacarla sin que esta pudiese defenderse.  El dybuuk puede poseer y dominar el cuerpo y la personalidad de una persona completamente. Sobre todo cuando la persona está atravesando momentos difíciles de su vida y está más vulnerable a ese tipo de ataques.
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La única forma de expulsar a un dybuuk del cuerpo es practicar un exorcismo, tiene que ser practicado por un rabino judío experto en el Kabbalah y junto a él diez personas más, diez personas capaces de enfrentar el ritual que muchos afirman ser muy duro e impactante.

Estas diez personas deberán formar un círculo de protección alrededor de la persona poseída para protegerla, mientras se leen textos sagrados.

Se deberán leer los salmos tres veces mientras que el rabino por su parte, hará sonar un cuerno de carnero, para desorientar al ente, mientras tanto se pide que el espíritu abandone el cuerpo del poseído,  hasta que sucede. Cuando esto sucede el ambiente se pone muy tenso y peligroso porque el dybuuk antes de volver a quedar encerrado en el contenedor  del que proviene (sea caja, botella o lo quesea) intentará poseer a alguna persona de las allí presentes en este ritual.  Por eso es muy común cuando se realiza este tipo de exorcismos, tener que repetirlos varias veces porque este ente podría poseer a alguna persona más antes de volver a quedar encerrada para siempre.
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