martes, 13 de junio de 2017

La leyenda de Buserana


Existen numerosas leyendas sobre a Costa da Morte en Galicia, y leyendas muy variadas no siempre son naufragios aunque si la mayoría. Esta leyenda es una historia de amor que sucede en un pequeño pueblo de la Costa da Morte llamado Muxía.

En donde existía una magnífica fortificación de altos y sinuosos muros llamado “Dos Castelos”, cerca del mar y encima de lo que fue un castro de origen celta. Un lugar privilegiado con unas imponentes vistas al mar y a la costa, en donde destacaban en esa zona unos grandes acantilados que el mar azotaba sin piedad durante los crudos días de invierno, y que, en verano bajo la luz del sol se tornaban como pequeños estanques donde a través de la claridad del agua se podían observar múltiples especies de algas y peces.
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En ese castillo vivía el señor de Nemancos y Soneira. Este caballero, tenía una hija que era huérfana de madre, ella era preciosa y bondadosa. La llamaban Florinda y era conocida hasta en los sitios más recónditos del reino e incluso en reinos vecinos. Ella vivía en el castillo con su tía porque su padre pasaba largas temporadas fuera del palacio y no podía prestarla la atención y los cuidados que demandaba.  Se había criado con su tía que prácticamente la consideraba una madre para ella y esta a su vez como si fuese una hija.

 Un buen día de verano, apareció a las puertas del castillo un peregrino trovador, era un muchacho alegre, alto, con una tez clara unos bucles rubios que cubrían su cabeza y unos ojos tan azules como el mar.  Poco a poco brotó el amor entre los jóvenes, Besurán  (el trovador) y Florinda compartían largos paseos por la playa, entre las rocas, por los largos senderos que llegaban hasta el bosque.

Hasta que un día cuando llegó su padre de uno de sus viajes acordó con su tía separarlos puesto que no veía conveniente que su hijita se juntase con un trovador.

Aquella misma noche los guardias del conde fueron en busca de Besurán, lo apresaron y lo arrojaron a uno de aquellos enormes acantilados. Y desde ese día encerraron también a Florinda en su alcoba, privándola de libertad durante años.
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El día que salió de su confinamiento, se puso a buscar como loca a su querido Besurán por los alrededores del castillo e iba gritando, pero no obtuvo respuesta. Pasados los días se entero por un pastor que su querido amado Buserán había sido arrojado a la caverna de “a costa alta” por los guardias de su padre, ella después de escuchar al pastor corrió hacía aquella zona mientras llamaba a su amado. Cuando estaba en lo alto del acantilado escuchó claramente la voz de Besurán una enorme ola con su cara la envolvió y la arrastró hacía el fondo del océano.

Hoy en existe en ese lugar la llamada “furna de Buserana”  en honor al protagonista de esta historia.
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