viernes, 16 de junio de 2017

El zapatero y el demonio


En un pequeño pueblo, cerca de la costa, vivía un zapatero muy famoso por ser muy hábil para arreglar o para fabricar todo tipo de zapatos, convivía con su esposa y con sus hijos, y su profesión era su vida.

 Trabajaba durante muchas horas al día para poder cumplir las exigencias de todos sus clientes, que no eran pocos, la gente del pueblo llevaba a arreglar sus zapatos al taller del zapatero, e incluso gente de los pueblos vecinos.

Poco a poco los años fueron pasando y la salud del zapatero se fue deteriorando, pero eso no impedía que en los momentos en los que se encontraba algo mejor se pusiese a trabajar, subela* en mano arreglaba todo lo que le traían lo más rápido que podía.

(La subela es una herramienta utilizada por los antiguos zapateros para poder perforar el cuero, similar a un  punzón).
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Pero poco a poco su salud menguó del todo hasta el punto de estar en su lecho de muerte, cuando sus hijos pasaron a despedirse de su querido padre, este les pidió algo muy particular; como su trabajo había sido su vida, él quería que lo enterrasen con su subela en el bolsillo. Sus hijos aceptaron tal petición, era su padre y querían cumplir su última voluntad, así que cuando este falleció hicieron lo prometido.

Al despertar, nuestro zapatero, vió  que estaba en el infierno; había muchos demonios azotando y golpeando a gente, fuego por todos lados, un calor asfixiante; el siempre se había considerado buena persona y no entendía que estaba haciendo allí.

Se oyó la voz de un demonio al fondo recitando nombres en una lista, al lado una gran cola de personas y al fondo de esta se veía un demonio enorme de varias toneladas de peso, con una piel rojiza y bastante peludo. El  demonio que estaba pasando lista mencionó su nombre:

- “O zapateiro da lagoa”, a la cola!

Se puso a la cola junto a los demás, y a medida que esta se iba reduciendo iba viendo claramente el ritual que estaban obligados a  hacer en aquel extraño lugar. Ahora veía claramente al demonio gigante sin pantalones y esperando que uno a uno de los condenados que estaban en la cola le besara el culo para poder entrar.

Muy sereno empezó a pensar que hacer…. Se metió la mano en el bolsillo y descubrió su subela.

Cuando llego su turno, saco la subela y se la clavo con todas sus fuerzas en el culo.

Un grito de dolor sobresaltó al demonio, quien dirigiéndose al que estaba pasando lista le preguntó quien había sido.

El demonio le contesto que fue el “zapateiro de la lagoa” y el demonio enorme con mala cara dijo:

-          A este señor no lo quiero en mis dominios, tiene una barba demasiado dura y no quiero aguantar esto cada día, mándalo fuera de aquí, no lo quiero ver más!

Y así fue como este simpático zapatero llego al cielo, y allí estará durante toda la eternidad viviendo en paz y arreglando zapatos.