lunes, 17 de julio de 2017

Serpent


Corría el año 1890 y en un lluvioso día del mes de noviembre, cerca de las costas Gallegas en una zona conocida como “A Costa da Morte” y a la altura de Camariñas.  El Serpent un crucero torpedero de la Marina Real Británica comandado por Harry Leith Ross,  se batía en un duelo contra las enormes olas de un mar enfurecido y un intenso viento.

Era el día 9 de noviembre, y el Serpent era zarandeado de un lado a otro como si fuese un trozo de corcho en el agua, a bordo de este barco iban 175 tripulantes, que en un principio pensaron que su comandante ante la magnitud de aquella tormenta daría órdenes de regresar al puerto de partida. Pero no fue así el barco quedo a la deriva durante varias horas meciéndose fuertemente a  merded de aquel fuerte viento y los contundentes golpes de mar.
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El teniente Richards en medio del caos es incapaz de orientarse, no puede avistar el sol para así situar con precisión la ubicación del buque en las cartas náuticas.  Ya por la mañana el día 10, el capitán y el oficial discuten fuertemente acerca de la posición y el rumbo del barco, que en medio de tal tormenta, pudieron divisar a lo lejos la costa. Poco a poco la tormenta fue amainando y la lluvia se disipó, ya no había niebla ni nubes, la visibilidad había mejorado mucho, a pesar de estar gravemente dañado el barco, siguieron su rumbo para llegar al puerto más cercano, muchos barcos se cruzaron con ellos, pero ninguno notaba nada raro en su forma de navegar.

Poco a poco, la tripulación fue calmándose ante la mejoría de la situación. El capitán después de una disputa con el oficial nuevamente, no dio orden a Gould y a Burton los encargados de las sondas para medir el fondo, que lo hiciesen. Así que se disponían a hacer la guardia en cubierta aquella noche.

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A las 21.00 vuelven a discutir, ambos discrepan sobre el punto a dónde dirigir el barco, uno de ellos optaba por poner rumbo oeste,  y otro buscar el faro del Cabo Villano por babor y así situarse mejor.  Aquella noche mientras Gould y Burton hacían la guardia no se percataron de lo cerca que sonaban aquellos acantilados, ambos llevaban el chaleco salvavidas; prenda muy poco habitual en aquella época, en aquel momento el barco contaba con apenas  25 chalecos para 175 personas.

El casco crujió un gran estruendo sonó por todo el barco seguido por una especie de terremoto, el barco estaba encajado en “A punta do Boi”.  En principio los tripulantes pensaron que era un golpe de mar, pero enseguida se empezaron a escuchar gritos de que habían encallado. El comandante ordenó inmediatamente cerrar las puertas estancas, y liberar los botes, algunos de los marineros se apresuraron a coger un chaleco.

Algunos marineros se quitaban la ropa para poder nadar mejor, sin impedimentos, otros se subieron a los mástiles… cada uno quería salvar su vida como fuese y ante una situación como aquella todo valía.

En cuanto consiguen  poner los botes en la mar, está los hace añicos en pocos minutos. No pudieron sacarle provecho a estos botes de ninguna forma.
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Naufragio del HMS Serpent, pintura de Natasha Lelenco

Un par de horas más tarde, después de luchar con la furia del mar, agotado, Burton logra alcanzar la costa. Camina entre cientos de cadáveres y cuerpos agonizantes, puede ver a uno de sus compañeros malherido Luxon, entre los dos consiguen llegar a una casa, donde las amables gentes de la zona los ayudan e inmediatamente los llevan a la casa del párroco de Xaviña para que este les diese asilo.  Gould fue el último superviviente de la tragedia, había ganado la costa sólo y a nado; a este, lo encuentra el alcalde de Camariñas  y su ayudante de la marina.

En el juicio por el hundimiento del Serpent el  16 de diciembre del 1890, se concluyó que la pérdida del buque se debió a un error de navegación.

En ese accidente perecieron 172 marineros. A partir del día 11 de noviembre el mar, fue arrastrando cadáveres mutilados de estos marineros, así que puesto a que no eran católicos se improvisó un pequeño cementerio en la costa, cerca del lugar donde sucedió el naufragio. Más tarde e l 23 fue consagrado.
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En el 1896, durante una visita de la escuadra inglesa a la Ría de Arousa, el Almirantazgo inglés ordenó colocar una placa conmemorativa en el Monte Lobeira.  Para así honrar a los fallecidos en este trágico accidente. Dicha placa aún se conserva hoy en día.