domingo, 23 de julio de 2017

El náufrago.


Llovía a mares, y el viento retumbaba en los cristales; a lo lejos se escuchaba un estruendo proveniente de una tormenta que se acercaba por la costa. Los relámpagos dejaban ver su resplandor cada cierto tiempo, en medio de aquella oscura noche de invierno en aquel pequeño  pueblo….

 Una familia descansaba plácidamente acurrucados en sus alcobas, protegidos de aquel terrible temporal, a altas horas de la madrugada; escucharon a alguien tocar a la puerta.

En medio de aquella terrible tormenta, con desconfianza bajo el padre de familia sigilosamente para ver de quién se trataba, y que quería.

Se asomó a la ventana y pudo ver como cuatro hombres, caminaban con una especie de camilla rústica portando a otro hombre, seguramente herido.

Su mujer inmediatamente abrió la puerta para ayudar aquellos hombres, les invitó a pasar para que pudiesen contarles lo sucedido.

Su marido, en cambio,  miraba con recelo a los extraños, no se fiaba ni un pelo; podrían ser ladrones con malas intenciones así que se mostró bastante arisco, no les sacaba ojo de encima.

Mientras tanto aquellos pobres hombres procedieron a relatarles lo sucedido. Ellos no eran ladrones, eran simples marineros; su barco se había hundido a escasos metros de la costa y  consiguieron salvarse de milagro, alcanzar la orilla en medio de aquella tormenta. Todos estaban bien pero uno de ellos, el que portaban en aquella camilla, había quedado completamente inmóvil desde entonces y no reaccionaba.  El pobre hombre estaba en estado de shock. Los marineros les pidieron que lo cuidasen unos días mientras ellos iban a buscar ayuda, dar parte de lo sucedido a la capital y entonces volver a buscar a su compañero. Puesto que llevarlo en ese estado los retrasaría mucho y creían que lo mejor era que descansase un poco.
Resultado de imagen de naufrago

Aquella buena gente aceptó atender al hombre, y los demás marineros partieron aquella misma noche en medio de aquel temporal hacia la capital. Mientras tanto ellos decidieron cuidar al pobre náufrago, dándole un poco de agua algo de comer… lo poco que tenían puesto que eran una familia muy humilde.

El marido de la mujer seguía desconfiando y lo vigilaba día  y noche,  hasta que, después de varios días con el hombre inmóvil, tendido en un pequeño lecho de paja que le hicieron junto al fuego, procedió a probar si éste fingía o estaba mal realmente.

Cogió un mazo de madera de grandes dimensiones, que utilizaba habitualmente para aplastar las duras hierbas, raíces y ramas que daba de comer a su caballo, y así fuesen más fáciles de digerir para él.  Lo agarró con las dos manos, se acercó al hombre que estaba tendido entre la paja e hizo un amago de pegarle con el mazo en toda la cabeza.

Éste reaccionó por fin, después de varios días. Empezó a hablar con normalidad y a recuperarse rápidamente. Les explicó que él era el capitán de aquel barco, que había caído y llevado un golpe muy fuerte en la cabeza y que apenas se acordaba de lo sucedido. Les agradeció enormemente su hospitalidad.  

A los pocos días llegó su tripulación a buscarlo, y él en agradecimiento,  les dijo que todas las veces que hiciese esa ruta, les traería algo de su viaje.

Y así fue, cada vez que pasaba cerca de la costa de aquel pueblo, hacía partir un bote hacía la playa con un baúl lleno de los más deliciosos manjares, para aquella humilde familia que tanto le había ayudado.

Ellos esperaban ansiosos en la orilla, para saludar al capitán y a su tripulación ya que entre ellos, surgió una hermosa amistad y regresaban a sus casas con suficientes víveres para poder comer sin que les escasease la comida.
Resultado de imagen de bote en la playa