lunes, 30 de abril de 2018

El Charro Negro


Desde hace algún tiempo noto que cada vez tengo más seguidores de diferentes partes del mundo, y por ello intentaré escribir de hoy en adelante relatos, leyendas o historias relacionadas con más países. Espero que a todos los que me seguís habitualmente estas historias os despierten tanta curiosidad como a mí.

Esta leyenda es muy conocida en México, donde es originaria.

La leyenda cuenta, que en un pequeño pueblo de México; una hermosa joven vivía cómodamente con su familia.

Ella era hermosa, la más bella del lugar; y por eso, tenía múltiples pretendientes que la solían agasajar con regalos caros y exóticos a cambio claro, de su compañía y atención. Todos los chicos querían robar su corazón. Pero ella pecaba de ser un poco vanidosa y egoísta y no se conformaba con todo eso, ella simplemente buscaba más y más.

Su madre solía advertirla le decía que eso no traería nada bueno, que debería no ser tan vanidosa. Pero ella hacía oídos sordos a las advertencias, ella era vanidosa y le gustaba presumir en todo momento. 

Una noche, se escapó de casa para quedar con uno de sus pretendientes puesto que le había ofrecido una sorpresa,  ella, ni corta ni perezosa, se aventuró en las calles oscuras de aquel humilde pueblecito.

Al cabo de un rato, cuando casi estaba llegando a su destino vió a pocos metros de ella, un hermoso caballo negro, brillante como el azabache; y a lomos de él, un hombre con muy buen porte, alto, fuerte , vestido de negro como un charro y con espuelas de oro.

El hombre la miró con unos ojos oscuros y penetrantes, y le ofreció montar en su caballo.
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La joven se quedó prendada de él y se olvido completamente de su cita, corrió hacia el caballo y él hombre amablemente le ayudo a subirse, ella lo agarró fuertemente por la cintura y el hermoso corcel empezó a trotar.

Ella se imaginaba las historias de amor que le contaba de pequeña su abuela, fantaseaba con aquel hombre misterioso… pero pronto, aquel sueño perfecto se torno una auténtica pesadilla para ella.

El caballo empezó a correr, más y más rápido y a medida que ganaba velocidad le salía fuego de sus pezuñas.

La chica horrorizada empezó a notar que su cuerpo estaba empezando a quemarse, y entre gritos de dolor y terror intentaba, inútilmente, bajarse del caballo. 

Varias personas salieron a la calle al oír sus gritos, y lo que vieron les dejó completamente aterrados. Aquel charro, era el mismísimo diablo que soltaba carcajadas que helaban la sangre a cualquiera, y detrás; la pobre muchacha quemándose viva, era una mole de carne chamuscada con un fuerte hedor a grasa.
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Ella había aceptado irse con el diablo, y ahora este reclamaba lo que era suyo.

El charro negro se fue veloz de aquel pueblo, y a la chica nunca jamás se la volvió a ver.

Cuenta la leyenda que el charro negro fue avistado por mucha gente en pueblos pequeños, intentando capturar almas de bellas jóvenes, o ofreciendo dinero a cualquier avaro.

Por eso si algún día nos topamos ante tal tesitura, lo mejor es ignorarlo y ponernos a salvo lo antes posible, lejos del charro negro.

 

miércoles, 4 de abril de 2018

Predicciónes de muerte


 A veces, no somos conscientes o no prestamos la suficiente atención para ver algunas señales paranormales que se nos presentan, no le damos importancia o simplemente estamos tan concentrados en los quehaceres de nuestra vida que las pasamos por alto.

Recuerdo que esta historia que voy a contar a continuación en su día me llamo mucho la atención y me hizo pensar en muchas cosas.

Resultado de imagen de laxe antiguoLa historia es el relato de una señora que allá por los años 80 vivía en un puerto marinero, su marido era pescador y ella vendía el pescado, arreglaba las redes y los aparejos de pesca. Esto le obligaba a trabajar hasta altas horas de la noche, o incluso madrugada.

Una noche de verano, en medio del pueblo completamente desierto ella se dirigía a su casa caminando entre las pequeñas casas de pescadores cargada con un cesto de pescado en la cabeza.

Tenía a su marido en casa con una fuerte gripe,  y a sus dos hijos pequeños que en un par de horas estarían ya despiertos reclamando su desayuno. Ella iba con prisas, para poder llegar a casa y tumbarse al menos un par de horas puesto que aquella jornada había sido maratoniana y estaba exhausta.

 
 
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Se fijo a lo lejos que en medio de un pequeño callejón una nieblina fina pero muy densa recubría el camino rodeando una  casa, la casa justo de su vecina Antonia. No presto mucha atención pero poco a poco empezó a pensar en las cosas que contaba su abuela, en que las muertes pueden ser predichas y que siempre hay señales que nos lo indican.

Empezó a adentrarse en aquella densa niebla, que curiosamente, solo le cubría de cintura para abajo, era tan tan espesa que no podía ver sus pies pero por encima de su cintura estaba todo despejado.

Empezó a caminar deprisa hasta su casa, imaginándose lo peor, que alguien de su familia moriría. Notaba que la niebla le impedía caminar lo rápido que ella quería aunque no estaba segura, si era la niebla o el terror del momento.

Llego a casa, se lavó y se metió en la cama donde se quedó profundamente dormida. Solo despertó al oír los gritos de la vecina. Cuando salió de su casa pudo ver esa imagen horrible que la acompañará toda su vida… justo donde ella hacía unas horas había pasado entre la niebla, delante de la casa de su vecina; justo ahí yacía el cuerpo sin vida semiaplastado del hijo de apenas cuatro años, de su vecina Antonia.

El que, en un descuido de su madre, salió a la calle con tan mala suerte que, uno de los pocos camiones de reparto de la zona no pudo esquivarlo y lo atropelló mortalmente.
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A lo largo de estes años, he oído de personas muy distintas relatos similares, prediciendo la muerte con señales sutiles como niebla, humo o incluso algún tipo de señal más siniestra aún si cabe…

lunes, 2 de abril de 2018

Deudas pendientes


En una pequeña aldea de Galicia, me cuenta una de sus vecinas lo que le sucedió hace algunos años.

Ella vivía con su marido, en una casa familiar que estaba al lado del cementerio del pueblo. Era una herencia que había recibido su marido por parte de su familia, puesto que, era hijo único. A ella, esa casa nunca le gustó, relata; pero era muy amplia tenía una huerta soleada y era una zona bastante abrigada de los vientos que solían azotar la zona. El único inconveniente que veía era el cementerio.

Levantarse por la mañana y tener en frente de la ventana el panteón familiar le daba escalofríos. Pero con el paso de los años, fue adaptándose y a no darle la menor importancia al cementerio. 
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Desgraciadamente, a los pocos años su marido enfermo gravemente y murió. Fue enterrado en el panteón familiar y su mujer podía ver su tumba perfectamente desde su ventana.

A ella le costaba adaptarse a la nueva situación, pero poco a poco fueron transcurriendo los días hasta que una noche escucho una voz que provenía desde el panteón.

“María, acuérdate que le debo 40.000ptas a Ramón. María, acuérdate. “

 

Ella se sintió aterrorizada, la primera noche no le dio importancia, pensó que estaría soñando. Pero claramente, era la voz de su marido que se dirigía a ella.  

Fueron pasando los días, y la voz seguía atormentando sus noches, hasta llegar al punto que ella pensó que estaba volviéndose loca, por lo tanto acudió a un psicólogo por recomendación de sus allegados.

Estuvo un tiempo acudiendo a las consultas, e intentando aceptar su nueva vida sin su marido y sin escuchar nada por las noches.  Estuvo así varios meses, según cuenta.

 

Hasta que un día la historia se volvió a repetir, y volvió a escuchar aquella voz por la noche.

Esta vez segura de si misma, y sin dudar  lo más mínimo a la mañana siguiente fue en busca de Ramón, un viejo amigo de su marido con el que pasaban horas y horas juntos.

 

Esta le preguntó nada más verlo, si su marido le debía dinero y que si era así la acompañase hasta el banco y así saldarían la deuda.

Ramón le contestó, que efectivamente le debía ese dinero su marido, de un pequeño préstamo que le hizo hacia unos meses antes de morir, pero que no quería el dinero y que no pensaba en reclamárselo. No sabía, ni que se lo había contado a su mujer puesto que era un pequeño secreto que tenían entre ellos.

La mujer, le dijo que le dejase pagárselo y le contó lo que le estaba sucediendo por las noches.

Juntos fueron al banco y ella le pago el dinero acordado.  Saldando así las deudas que el difunto tenía pendientes en vida.

Y así fue, como María por fin pudo vivir en paz.

Y hasta el día de hoy sigue viviendo en la misma casa, sin el menor miedo.
Este es uno de los muchos relatos, que he escuchado de deudas o cosas pendientes que le quedan a los difuntos en el mundo de los vivos.