martes, 15 de mayo de 2018

El marinero y la meiga


Esta leyenda se sitúa en un pequeño pueblo marinero, llamado Corcubión  en Galicia más concretamente en A Costa da Morte.

Es un pequeño pueblo marinero, con gran encanto y con gran valor histórico y cultural. Pero en este caso simplemente os relataré una bonita leyenda situada en este pueblo.
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En el pequeño lugar de Corcubión vivía un joven y apuesto marinero, era fuerte,  rubio y con buen porte. Como era de esperar todas las chicas se lo rifaban y competían para ver quien conseguía casarse con aquel galán.

Pero el chico no estaba para nada interesado en mujeres, en casarse o formar una familia. Simplemente vivía el día a día, saliendo a pescar y ganando dinero con el sudor de su frente para poder vivir bien y asegurarse una jubilación descansada.

Un día mientras volvía a casa después de un duro día de trabajo, se cruzo en medio del bosque con una hermosa mujer que estaba descansando en una roca, tenía el cabello rojo y los ojos tan azules como el mar,  se dio cuenta de inmediato, que no era una mujer corriente, era una meiga.

Ambos se saludaron cordialmente, y cuando el muchacho ya le daba la espalda a la chica esta le dijo:

-Eh tu marinero! eres muy guapo. Quieres casarte conmigo?

-No señora, me siento halagado pero no quiero casarme ni con usted ni con nadie.

- Piénsalo, puesto que no descansaré hasta que aceptes mi petición. Te haré la vida imposible.

El marinero pasó de largo, llegó a su casa y se dispuso a preparar la cena; para esto necesitaba encender la lareira. Por más que lo intentó con leña seca y un montón de fósforos el fuego no prendió.

Al final comió su cena fría y se acostó temprano puesto que el frío del mar y la ausencia de fuego acabó por entumecer sus huesos y necesitaba calor y descanso.

Al día siguiente justo al salir de casa se volvió a topar con la meiga, radiante como siempre y esta le dijo:

-Ya te has pensado lo que te pregunté ayer? Te casarás conmigo?

-No, ya te he dicho que no me interesa casarme.

El marinero siguió su camino ignorándola con aire malhumorado hasta llegar al puerto donde tenía su bote. Recogió las redes y se adentró en el mar para poder pescar.

Iban pasando las horas, y cada vez se sentía más y más cansado y pensó en acostarse un rato a descansar bajo la luz del sol en el pequeño bote. Sentía que con el vaivén se iba adormilando hasta quedar profundamente dormido.

Mientras dormía escuchaba unas voces….

-Mira que piernas!

-Uy! Si! Que piernas tan bonitas.

-Que piernas!

Él marinero se despertó súbitamente, y se percató de que su bote estaba cerca de las rocas pero no podía ver de quien provenía aquella extraña conversación.

-Que piernas tiene!

-Trae el hacha! Apúrate se ha despertado!

El marinero estaba aterrorizado y ni corto ni perezoso, se lanzó al mar, mientras seguía escuchando en su cabeza “ que piernas! Trae el  hacha!” En cuanto alcanzó la orilla intentó serenarse, recuperar su bote y regresar a su casa. 

Cuando en el camino volvió a encontrarse aquella hermosa doncella, que lucía más guapa aún que por la mañana, aquellos ojos brillantes azules como la mar, y aquel precioso vestido …

Ella volvió a insistir:

-Ya te has decidido? Te casarás conmigo?

-He dicho que no! Dejáme en paz.
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Dicho esto, el joven ya de muy mal humor se va a casa, directamente a la cama no quiere cenar ni pensar en lo sucedido.

A la mañana siguiente, salió a pescar y mientras lanzaba sus redes al mar pudo contemplar en el fondo a través de las aguas cristalinas un cofre lleno de monedas de oro.

Rápidamente echó el ancla se quitó la ropa y se zambulló hasta llegar al cofre lleno las manos con puñados de monedas pero cuando las tiró hacia el interior del bote pudo comprobar que eran piedras, repitió la operación varias veces pero seguían saliendo piedras.

A sus espaldas escuchó una voz que le decía:

-Quién mucho ambiciona, sin nada se queda.

Finalmente se dio cuenta del engaño, pensó que sería algún extraño conjuro de la meiga, se rindió y volvió a puerto.  Donde lo esperaba la meiga sentada en un montón de redes.

-Has reflexionado ya? Quieres casarte conmigo?

-NO!, déjame en paz. No quiero casarme.

Después de aquel inmenso esfuerzo, el joven enfermó. Estuvo varios días postrado en la cama con fiebre alta.

Finalmente cuando se recuperó, decidió pasar la tarde en la taberna del pueblo jugando a las cartas con sus compañeros y disfrutando de una buena cerveza y con apetitosas viandas que preparaba la dueña del local.

Anocheció casi sin darse cuenta, pero para él la oscuridad no era un problema, se sabía el camino a su casa como la palma de su mano, así que, se dispuso a partir.

En medio del bosque que tenía que atravesar vió un agujero angosto de donde provenía una luz misteriosa, como hipnotizado por esa luz, se metió y empezó a caminar y caminar hasta dar con el origen de aquel brillo.

Cuando de pronto, una mano grande y pesada lo aplastó contra el suelo sin que pudiese moverse o escapar.

-Mira que piernas.

- Y que brazos!

-Lo mejor de todo es su cabeza, que guapo que es!

-Trae el hacha.

El marinero horrorizado pudo ver aquel ser empuñando un hacha vieja y oxidada con intención de cortarle la cabeza, desesperado, empezó a gritar pidiendo auxilio.

En ese momento apareció la meiga, quien agarró el hacha de aquel ser salvándole la vida.

-Y ahora que marinerito, te casarás conmigo?

-Si! Si –respondió el con una mezcla de miedo y alivio.

Finalmente se casaron, y se fueron a vivir a una hermosa casa en medio del bosque nunca se sabe muy bien de que vivieron pero no le faltaban las buenas ropas y hasta tuvieron varios hijos.

Aun hoy en día las hijas descendientes se pueden encontrar por los caminos durante la noche cuando la oscuridad lo invade todo, y si eres hombre te preguntarán:

-Quieres casarte conmigo?
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