lunes, 2 de octubre de 2017

Maruxiña y el hombre misterioso.


Esta historia se sitúa en un pequeño pueblo llamado As Nogais (Lugo),  ente dos pequeños pueblos de esa zona, transcurre un pequeño riachuelo.  Es una zona de bosque frondoso alejado de los dos pueblos que separa. En la antigüedad había unos cuantos molinos en esa zona.  Aunque aún hoy en día se conservan las ruinas, que pueden verse sin dificultar alguna.
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La leyenda cuenta que una vecina del pueblo, en una fría y lluviosa tarde de diciembre se dispuso a ir a moler  un poco de maíz para hacer pan a dicho molino.  Salió de casa cuando ya se hacía de noche.  Cogió su yegua a la que ató firmemente las alforjas con el maíz, y encendió un pequeño candil de aceite.  Poco a poco fue  adentrándose en la espesura del bosque, llegando un punto en el que no podía ver absolutamente nada.

 Pensó seriamente que si se le apagase el pequeño farolillo en ese momento no sabría como orientarse, entre tanto, llegó a un claro y desde allí pudo ver la silueta del molino. Acercó la yegua a la puerta, bajo el maíz y lo dejó dentro del molino, mientras ella ató a la yegua en un pequeño departamento que tenía el molino en la parte posterior para poder resguardar  a los animales que habitualmente se utilizaban para transportar el grano.

Regresó al molino, y pudo ver que la lareira que había dentro estaba quedándose sin fuego, rápidamente colocó un par de troncos de roble. Se puso a moler el grano y mientras esperaba a que terminase se acercó a la lumbre, para secarse y entrar en calor. 
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Era una noche muy tranquila, normalmente había mucha gente en el molino, largas conversaciones con los vecinos, cotilleos y largas colas para poder moler hasta casi la madrugada.  Aquella noche había tenido suerte, tenía el molino para ella sola y pronto terminaría de moler y podría irse a casa.

Ya pasada la media noche, la puerta del molino se abrió y entró un señor, un señor muy elegante vestido con un traje negro y sombrero de copa.  Maruxa, le dijo al hombre, que también venía empapado que se sentase a su lado a calentarse en el fuego y a secar.
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El misterioso hombre le sonrió y se sentó enfrente del fuego junto a ella,  Maruxa miraba de reojo aquel extraño personaje pensando que sería tal vez,  de otro pueblo, que se hubiese perdido o algo así…

A la luz del fuego pudo ver claramente como este señor  sacaba de su bolsillo una babosa y la clavaba en un palo, después un sapo y así hasta hacer una especie de brocheta de alimañas que puso al fuego para cocinar. El hombre se giró hacia la mujer y le dijo “ Asadas y revueltas, Maruxiña…¿ quieres de ellas? .

En ese momento Maruxiña descubrió  que aquel señor no era ningún vecino de otro pueblo, no era un extranjero. Era el mismísimo demonio. 
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Salió por la puerta corriendo cuanto podía sin recoger siquiera a su yegua ni el grano que terminara de molerse, corrió y corrió hasta que por fin llego a casa. Donde se encerró y se puso a rezar aterrorizada.

Jamás en el pueblo se volvió a ver al hombre, cuando Maruxa contó lo sucedido a algunos vecinos de su confianza estos se rieron, diciéndole que probablemente se quedó dormida en el molino y que eso había sido un sueño.

Pero ella sabía que no lo era...  algunas noches estando en la cama podía oler claramente aquel aroma de las alimañas asadas …