A veces no somos
conscientes, hasta que es demasiado tarde de lo que vemos… no somos conscientes
o no queremos serlo…
Esta historia comienza como siempre, en un pequeño pueblo
marinero, nuestros protagonistas son una pareja, una pareja un día cualquiera
paseando por el pueblo.
Era una tarde de invierno, no había apenas gente por ningún
lado asique disponiéndose a irse a casa se les ocurrió que estaría bien ir
hasta el faro, para poder ver el anochecer.
El faro estaba a un par de quilómetros del pueblo lejos de
las casas en un lugar solitario, un paisaje precioso, el mar, el monte la luz
del faro al anochecer… no tardarían más de cinco minutos en coche, durante el
trayecto notaron que oscurecía muy
rápido, en esa época del año era algo muy normal; entre risas, pudieron ver a
lo lejos a un pequeño hombrecillo, e extrañaron de ver a alguien allí de paseo
a esa hora puesto que no hay luz eléctrica y es un sitio bastante oscuro para
pasear de noche… no le dieron la menor importancia hasta que poco a poco al
acercarse pudieron verlo con claridad.
Un hombrecillo de no más de 1.60, vestido con un traje negro
muy elegante, como salido de un salón francés del siglo XVIII, una complexión
delgada, muy delgada blanco como la luz de la luna ellos siguieron su camino…
al cruzarse un escalofrío recorrió su cuerpo, el extraño tenía una sonrisa
canina enseñando sus incisivos blancos como el marfil, unos ojos oscuros con
una mirada penetrante e inquietante….
Ambos siguieron su camino sin mediar palabra hasta llegar al
faro, ahí empezaron a darse cuenta de que algo no era normal en aquel hombre,
ambos empezaron a asustarse y a discutir sobre lo que hacer puesto que no había
otro camino de vuelta al pueblo, tendrían que pasar otra vez y cruzarse con él
o quedarse allí corriendo el riesgo de que aquel hombrecillo se les acercase…
Decidieron volver al pueblo, y volver a cruzarse con aquel
extraño. Durante el camino podían ver al hombrecillo saltando en medio de la
carretera, al acercarse este se apartó situándose en el arcén al lado derecho,
a la altura de la chica; esta pudo ver aterrorizada como el hombrecillo sonreía
mirándolos, la chica alcanzo a ver sus manos, huesudas blancas como las de un
muerto…
mientras se alejaban
pudieron ver por el espejo retrovisor como el hombrecillo pegaba un salto con
ambas piernas para volver a quedar hacia el faro….
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