Existen
numerosas leyendas sobre a Costa da Morte en Galicia, y leyendas muy variadas
no siempre son naufragios aunque si la mayoría. Esta leyenda es una historia de
amor que sucede en un pequeño pueblo de la Costa da Morte llamado Muxía.
En
donde existía una magnífica fortificación de altos y sinuosos muros llamado “Dos
Castelos”, cerca del mar y encima de lo que fue un castro de origen celta. Un
lugar privilegiado con unas imponentes vistas al mar y a la costa, en donde
destacaban en esa zona unos grandes acantilados que el mar azotaba sin piedad
durante los crudos días de invierno, y que, en verano bajo la luz del sol se
tornaban como pequeños estanques donde a través de la claridad del agua se
podían observar múltiples especies de algas y peces.
En ese
castillo vivía el señor de Nemancos y Soneira. Este caballero, tenía una hija
que era huérfana de madre, ella era preciosa y bondadosa. La llamaban Florinda
y era conocida hasta en los sitios más recónditos del reino e incluso en reinos
vecinos. Ella vivía en el castillo con su tía porque su padre pasaba largas
temporadas fuera del palacio y no podía prestarla la atención y los cuidados
que demandaba. Se había criado con su
tía que prácticamente la consideraba una madre para ella y esta a su vez como
si fuese una hija.
Un buen día de verano, apareció a las puertas
del castillo un peregrino trovador, era un muchacho alegre, alto, con una tez
clara unos bucles rubios que cubrían su cabeza y unos ojos tan azules como el
mar. Poco a poco brotó el amor entre los
jóvenes, Besurán (el trovador) y
Florinda compartían largos paseos por la playa, entre las rocas, por los largos
senderos que llegaban hasta el bosque.
Hasta
que un día cuando llegó su padre de uno de sus viajes acordó con su tía
separarlos puesto que no veía conveniente que su hijita se juntase con un
trovador.
Aquella
misma noche los guardias del conde fueron en busca de Besurán, lo apresaron y
lo arrojaron a uno de aquellos enormes acantilados. Y desde ese día encerraron también
a Florinda en su alcoba, privándola de libertad durante años.
El día
que salió de su confinamiento, se puso a buscar como loca a su querido Besurán
por los alrededores del castillo e iba gritando, pero no obtuvo respuesta.
Pasados los días se entero por un pastor que su querido amado Buserán había
sido arrojado a la caverna de “a costa alta” por los guardias de su padre, ella
después de escuchar al pastor corrió hacía aquella zona mientras llamaba a su
amado. Cuando estaba en lo alto del acantilado escuchó claramente la voz de
Besurán una enorme ola con su cara la envolvió y la arrastró hacía el fondo del
océano.
Hoy en
existe en ese lugar la llamada “furna de Buserana” en honor al protagonista de esta historia.
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