miércoles, 14 de junio de 2017

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Una tarde oscura de invierno, unos jóvenes pilluelos estaban jugando en una calle situada enfrente de una pequeña iglesia, se divertían correteando mientras el cielo daba una tregua a los continuos chubascos que habían estado azotando la zona durante esos días.

No era muy normal que pasasen coches por aquella calle, porque estaba visiblemente deteriorada, así que cuando apareció aquel pequeño camión de reparto ambos se miraron extrañados pensando que aquel conductor no era de la zona porque nadie en su sano juicio se metería por aquella calle llena de socavones, barro y una maleza enorme a ambos lados.

Los niños se reían mientras el conductor hacía peripecias para esquivar los baches sin éxito, en un momento dado, se cayó una caja del camión rompiéndose parcialmente sobre el asfalto.

Los niños corrieron curiosos para ver el contenido de la caja, vieron que se trataba de una caja de higos secos, ambos se entusiasmaron mucho y cogieron entre los dos la caja para esconderse con ella dentro de la caseta que había en el pequeño cementerio al lado de la iglesia.  Acordaron repartirse los higos a partes iguales y al terminar de repartirse la caja aun volverían a recoger los que habían caído al suelo.
Resultado de imagen de dos niños jugando foto blanco y negro

Pronto anocheció mientras los niños en la caseta se repartían los higos, sin saber que al otro lado del muro del cementerio dos señores se resguardaban porque empezaba de nuevo a llover. Estos dos hombres sin imaginarse la presencia de los niños escuchaban unas voces que provenían de dentro del cementerio…

-Este para ti.

-Este para mí.

-Este para ti.

-Este para mí.

Después de un rato, muertos de miedo, escucharon decir algo a uno de ellos…

-Hemos terminado con éstes, ahora vamos a buscar los que están afuera.

Ambos hombres, sin mediar palabra y consumidos por el pánico se echaron a correr. Mientras los inocentes niños, salieron a buscar los higos que le habían quedado en la carretera.

A veces la mente nos juega malas pasadas, sino que se lo digan a estos pobres hombres, que pasaron el peor rato de sus vidas creyendo que algún ser del más allá iba a por ellos.

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