Esta
historia, sucedió en la provincia de A Coruña,
para ser más exactos en el ayuntamiento de As Pontes de García
Rodríguez, en las cercanías del embalse da
Ribeira.
Un
señor viudo, desde hacía cinco años para conseguir superar la pérdida de su
mujer y vencer a una profunda depresión en la que había caído después de tal
suceso, aconsejado por su psicólogo decidió mudarse lejos de la bulliciosa ciudad,
y dejar todo su pasado atrás mudándose a un pequeño pueblo de esa zona.
Estuvo
buscando casa durante varios meses, pero ninguna de la zona se adecuaba a lo
que él buscaba, cuando al fin después de una larga búsqueda encontró su casita
ideal.
Una
casita lejos del pueblo cerca del bosque, pequeña y acogedora, rodeada de un
bonito pero descuidado jardín y hasta incluso un pequeño huerto en medio del
cual transcurría un pequeño arroyo de aguas cristalinas. En ese momento se
enamoró de aquella casita y la compró sin pensarlo mucho.
Durante
los meses siguientes estuvo haciendo arreglos, pintando las habitaciones e
incluso redecorando el jardín y plantando algo en aquel huerto. Estaba
encantado, tenía una vecina que vivía a
un km. aproximadamente quien
solía traerle comida o algún dulce casero varias veces por semana, se sentía bien y era un hombre nuevo.
Una noche
sintió que alguien tocaba la puerta, se levantó del sofá y se acerco a la
puerta; vió a una pequeña niña de pelo oscuro de no más de cinco años, ella
sonrió dulcemente y le pidió un poco de azúcar. El hombre se extrañó que una
niña tan pequeña a esas horas viniese para pedirle eso pero rápidamente se
dirigió a la cocina para buscar el azúcar. Cuando llegó a la puerta, la niña,
había desaparecido.
Se fue a
dormir como de costumbre tomando aquello como una broma de niños, sin darle ninguna
importancia.
A la
noche siguiente, volvió a tocar alguien en la puerta, casi a la misma hora que
la noche anterior. El hombre con una sonrisa en la boca y creyendo que sería la
misma niña antes de abrirle la puerta fue a la cocina y cogió un puñado de
terrones de azúcar. Efectivamente, al
abrir la puerta, vio a la dulce niña que volvió para pedirle azúcar. Al
entregarle el azúcar este se cayó al suelo encima de sus pies, el hombre se
agachó para recogerlos pero al levantarse la niña había vuelto a desaparecer.
Al día
siguiente, mientras desayunaba, estaba viendo un programa de cocina, cuando lo
cortaron para dar una noticia de última hora. Y era que, habían encontrado un cadáver
en el bosque, en las inmediaciones de su
casa El cadáver pertenecía a una niña
que había desaparecido hacía unos años en
aquella zona. Cuando vio aquella foto,
aquel papel viejo y arrugado que salía en la televisión diciendo que una niña
de cinco años se había perdido… pudo reconocerla, era ella. La niña del azúcar.
Nunca
más en aquella zona se vio a la misteriosa niña, ni tampoco aquel buen señor.
Simplemente desapareció sin dejar rastro.
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