Cuenta
la leyenda que en algún lugar del norte, un día frío y lluvioso un cazador se
adentró en el bosque para poder cazar algo que comer, la lluvia caía de forma
constante, no podía ver ningún animal y antes de que pudiese darse cuenta la
noche cayó sobre aquel siniestro bosque dejándolo completamente a oscuras.
Él
lejos de asustarte, mantuvo la calma en todo momento y se encaminó por un
sendero el cual creía que le llevaría a salir de aquel lugar, pero, lejos de
salir del bosque se fue adentrando más y más en el.
Después
de haber caminado durante media hora, pudo vislumbrar, una pequeña cabaña de
madera, que parecía abandonada. Estaba parcialmente cubierta de hiedras, y la
madera estaba bastante carcomida por la edad. Para acceder a ella, tenía que
subir un par de escalones que estaban completamente rotos.
Cuando
intentó abrir la puerta, efectivamente ésta, estaba cerrada, pero no tardo en
abrirla con un pequeño golpe, puesto que la madera estaba podrida y muy
deteriorada.
Dentro
había mesa y unas sillas bastante desgastadas, y lo que parecía ser un hornillo
rústico en donde se imaginaba que alguien pudo calentar algún tipo de comida
alguna vez… No era para nada un sitio
acogedor, pero, allí dentro no llovía y podría entrar un poco en calor.
Aseguró
la puerta para que no se abriese con el viento y se sentó en un rincón,
disponiéndose a pasar allí la noche.
Podía
escuchar el goteo de la lluvia, una tormenta de fondo y los quejidos de la
madera vieja cuando soplaba el viento…
sin duda, había tenido suerte; aquello no estaba tan mal.
Lo único que verdaderamente le incomodaba
bastante, eran aquellos cuadros que había en la pared, que parecían de
monstruos sacados de algún cuento, con aquella mirada impenetrable fijándose en
el, tenía la sensación de que lo miraban fijamente.
Creía
que si aparecía el dueño, no se enfadaría demasiado al verlo allí resguardado
pero cambiar los cuadros de su propiedad sería abusar. Intento ignorarlos y acurrucarse en una
esquina.
Poco a
poco, se quedo dormido, hasta sentir como un rayo de sol alcanzaba su cara. El
día estaba maravilloso, hacía sol, calor y parecía que el viento se había
calmado.
Aquel
hombre cuando estaba a punto de salir de la cabaña se percato de una cosa, no había ningún cuadro en aquel lugar, solo
ventanas…
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