A menudo cuando hablamos de presencias
extrañas, visiones lo asociamos rápidamente con algo malo, algo tenebroso o
algo que nos quiere perjudicar en cierto modo…
No siempre es así a veces es todo lo contrario.
Un día
cualquiera en un pequeño pueblo, en una pequeña y humilde casa vivía una buena
mujer junto con su familia, tenía 4 hijos.
Hacía pocos meses habían perdido a un miembro muy querido y muy apegado
a su familia, su madre, la abuela de los niños. Todos sin excepción lo habían pasado
realmente mal las primeras semanas, cada uno a su modo expresaba sus
sentimientos y lo iba superando como mejor podía.
El hijo
mas mayor, Raúl tenía 20 años y era muy tranquilo; pero desde el fallecimiento
de su abuela no conseguía dormir bien, los recuerdos le atormentaban cada noche
impidiendo que pudiese conciliar el sueño.
Y así iban pasando los días… sin dormir, cansado, angustiado y no había
nada que pudiese hacer.
Una
noche cuando apago la luz y se dispuso a dormir, en ese momento en que estas
medio dormido pero no del todo, sintió como cada noche una terrible angustia,
los recuerdos volvían a la carga asaltándolo impidiendo así que pudiese
conciliar el sueño para el tan necesario.
En medio de aquella tormenta de pensamientos y terror, abrió los ojos y vió acercarse algo a él
dentro de la habitación era como una extraña sombra, brillante y clara como la
luz del sol. EL no sintió miedo alguno,
no parpadeo y no se movió apenas. Esta extraña silueta se sentó a su lado en la
cama y suavemente poso su mano sobre el pecho de Raúl, quedando este
profundamente relajado, en paz y dormido.
Cuando
se despertó al día siguiente aún recordaba lo sucedido la noche anterior, pero
pensó simplemente que era un sueño. Sueño o no, desde ese día el chico pudo
volver a dormir tranquilo sin
preocuparse por extrañas pesadillas ni recuerdos.
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