En un pequeño pueblo cuenta una leyenda que había una
familia muy poderosa, allá por los años 20, estaba vinculada al clero, puesto
que varios miembros de su familia eran conocidos obispos y curas… era frecuente
ver como desfilaban numerosas personas célebres por aquella casa, se hacían
fiestas, reuniones… por allí pasaba toda la alta sociedad de la época desde
obispos, condes, duques hasta grandes actores y actrices de teatro.
Para parecer mucho más importantes tenían una decoración muy
ostentosa en su casa, entre mármoles blancos, enormes lámparas doradas con mil
piedrecitas tintineando a la luz del sol, grandes cortinas de seda con encaje
artesano, flores frescas en todos los rincones de la casa junto a numerosas
reliquias católicas de varias iglesias como podían ser cuadros, tallas de
madera con diferentes figuras virginales, bustos… Era una casa imponente y la envidia de todos
los del pueblo.
Pero a los pocos años, el dueño de la casa enfermó dejando a
su mujer y a sus hijas numerosas deudas, estas incapaces de hacer frente a esto
gastaron todos sus ahorros y se marcharon a las Américas, dejando atrás su casa
y todos sus recuerdos…
En la década de los 80 la casa fue comprada por una familia
de ciudad que quería mudarse al pueblo para llevar una vida más tranquila lejos
del bullicio y la contaminación de las grandes urbes. La casa fue completamente
reformada, e incluso ampliaron el ala oeste... era gente con mucho poder
adquisitivo y no tardaron en tenerla completamente amueblada a su gusto.
Los primeros días después de la mudanza todo era nuevo y a
los niños de la familia les encantaba corretear entre aquellos largos pasillos,
jugando al escondite entre numerosas habitaciones y salones, todos estaban
emocionados y contentos con el cambio que habían hecho en sus vidas.
Pero cada noche, escuchaban unos ruidos raros en el piso de
abajo, más de una vez se levantaron para ver que era aquello pero no podían dar
con el origen del ruido.
Una noche oscura de fuerte tormenta, estando todos reunidos
cerca de la chimenea pudieron presenciar como un rayo entraba en su casa
golpeando directamente a una pared, y dejando en esta una gran oquedad de la
que salió una gran cantidad de polvo dispersándose por toda la cocina. Se
acercaron lentamente y dentro de esa falsa pared pudieron ver claramente que
había una especie de túnel repleto de figuras de santos, cuadros y todas las
reliquias religiosas que en un tiempo pasado otorgaban a esa casa un toque de
distinción. Pero allí estaban abandonadas, corroídas por el tiempo y la
humedad, llenas de polvo y en un estado lamentable.
Por eso al día siguiente decidieron hacer limpieza y
quemarlo todo en una hoguera… pero esa misma tarde uno de los niños que jugaba
haciendo equilibrios sobre el muro que rodeaba la casa, tuvo la mala suerte de
resbalar y caerse, partiéndose el cuello y muriendo en el acto.
La familia nunca se recuperó de eso… su mujer enfermó de
tuberculosis teniendo la mala suerte de fallecer en un par de meses, y su hija
más pequeña corrió la misma suerte…
En aquella preciosa casa por aquel entonces solo quedo el
padre de aquella bonita familia, terminó por volverse loco, no sociabilizaba
con ningún vecino y terminó ahorcándose en el salón cuando se cumplían 2 años
justos de la muerte de su hijo.
Esa casa hoy en día está desocupada y no hay nadie viviendo
allí, solo hay una mujer que se encarga de ventilar la casa y hacerse cargo de
ella por orden expresa de sus dueños, quien nunca habitaron allí según cuentan
compraron la casa sin conocer su historia, pero una vez se enteraron nunca se atrevieron
a pasar ni una noche en ella.
Pues bien, esta
señora que vigila la casa afirma sentir un aura fantasmal en sus habitaciones,
ver claramente el reloj de pared como estando parado se ponía a funcionar, sombras debajo de las camas e incluso notar
que las cortinas se mueven sin haber ningún tipo de corriente o brisa…
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