En un
pequeño pueblo, cuya fama no era muy buena puesto que; durante muchos años habían desaparecido muchos
niños en sus inmediaciones.
Un
hermoso castillo se erguía en lo más alto del bosque, a un par de kilómetros
del pueblo; su último dueño era un señor un tanto extraño y siniestro que
apenas se relacionaba con las gentes del pueblo. Cuando él murió, el castillo quedó
deshabitado durante unos años.
Hasta
que, después de muchos papeleos una joven pareja de emprendedores decidieron
adquirirlo, invirtiendo en él todo lo que tenían para así poder abrir un hotel
de lujo en aquel hermoso castillo.
A pesar
de que, como he dicho el sitio non tenía muy buena fama, ellos decidieron seguir
a delante con su proyecto. El castillo
tenía unos salones enormes, y unas habitaciones muy confortables; pero, sin
duda, lo que más llamó su atención, fue una antigua cámara de tortura. La cual
estaba perfectamente conservada a pesar de los años.
Descubrieron
en el sótano, unas decenas de enormes barriles de roble francés, llenos de
vino. Al principio pensaron que con el paso del tiempo, estarían estropeados
puesto que en ese sótano había bastante humedad, y había permanecido cerrado a
cal y canto durante muchos años.
Se
aventuraron a probarlo, y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que aquel vino
estaba bueno, y era de magnífica calidad.
A los
pocos meses hicieron la gran inauguración del hotel, obsequiando a todos los
huéspedes con aquel sabroso vino.
Pronto
se hicieron famosos en toda la región por su vino, e incluso enólogos de
renombre cruzaban el país para poder degustar aquellos maravillosos caldos.
Su negocio
prosperó en poco tiempo, y estaban recuperando la inversión hecha en el
castillo con mucha facilidad.
Un día,
se percataron de que varios de aquellos enormes barriles ya estaban vacíos; por
lo que decidieron volver a llenarlos con más vino y esperar que el tiempo
hiciese su magia en ellos dotándolos de aquel agradable sabor. Cuando
intentaron mover uno de ellos, notaban que estaba muy pesado aún, eran enormes
barriles ya muy pesados por si solos, pero aun así, parecía como si hubiese
algo dentro.
Procedieron
a abrir uno de ellos, y se quedaron completamente petrificados al ver el
contenido del mismo; era un niño. Un
niño de no más de ocho años, del que, solo quedaba algo de piel pelo y huesos;
pero sin duda el cadáver pertenecía a un niño.
Empezaron
a abrir todos los barriles, y todos contenían cadáveres de niños. Lo que se
habían bebido hasta ahora era sin duda los jugos de aquellos niños en corroídos por el
alcohol.
Ahora
todo cobraba sentido, las misteriosas desapariciones de los últimos años, el
antiguo dueño extraño y arisco con el pueblo, y lo más perturbador… aquella
cámara de torturas en perfecto estado.
*Curiosidad:
en muchos países, a los licores se le añaden cadáveres de animales para darle
un sabor peculiar y único. Como el licor de lagarto o el tequila con gusano.
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